jueves, 19 de marzo de 2020

¿Hacemos un puzzle?

Hacer un puzzle es una forma de mantener el cerebro activo y divertirse, que se puede compartir y en la que se puede cooperar, por lo que se convierte en una estupenda actividad familiar. 

Cuando los niños y niñas son pequeños, les ayuda a mejorar la coordinación óculo-manual y permite trabajar conceptos básicos, vocabulario y realizar asociaciones. Habitualmente se trata de encajables de madera con figuras geométricas, animales, objetos o escenas familiares que, a veces, incluyen texturas e incluso sonidos. 

Más adelante, los puzzles gradúan su dificultad en función del número de piezas o de la complejidad de la imagen. Además, ahora algunos tienen formato tridimensional, parecidos a una maqueta, y permiten recrear, construir, monumentos, medios de transporte…

Es necesario ajustar el nivel de dificultad a la edad y madurez de los niños y niñas: demasiado sencillo es aburrido y, muy difícil, puede resultar desalentador. 

Los puzzles trabajan las habilidades de pensamiento: ayudan a desarrollar la capacidad de observación y análisis (es necesario sintetizar información, decidir y clasificar), requieren atención y concentración (necesariamente hay que prestar atención a los detalles -atención selectiva- y mantenida en el tiempo -atención sostenida-), memoria visual, tolerancia a la frustración (aprendes a equivocarte, a volver a probar…), motricidad fina (requieren habilidad y precisión) y razonamiento perceptivo

Su ejecución implica adoptar estrategias y secuenciar pasos (hay quien busca las esquinas, hace los bordes, clasifica por colores o tonalidades…).

Además, permite relajarse y supone un reto que, según se va consiguiendo realizarlo, mejora la percepción de eficacia y logro personal.

* Pictograma de ARASAAC.

No hay comentarios:

Publicar un comentario