Hacer un puzzle es una forma de mantener el cerebro activo y divertirse,
que se puede compartir y en la que se puede cooperar, por lo que se convierte
en una estupenda actividad familiar.
Cuando los niños y niñas son pequeños, les ayuda a mejorar la coordinación
óculo-manual y permite trabajar conceptos básicos, vocabulario y realizar
asociaciones. Habitualmente se trata de encajables de madera con figuras
geométricas, animales, objetos o escenas familiares que, a veces, incluyen
texturas e incluso sonidos.
Más adelante, los puzzles gradúan su dificultad en función del número de piezas
o de la complejidad de la imagen. Además, ahora algunos tienen formato tridimensional,
parecidos a una maqueta, y permiten recrear, construir, monumentos, medios de transporte…
Es necesario ajustar el nivel de dificultad a la edad y madurez de los
niños y niñas: demasiado sencillo es aburrido y, muy difícil, puede resultar desalentador.
Los puzzles trabajan las habilidades de pensamiento: ayudan a desarrollar
la capacidad de observación y análisis (es necesario sintetizar información, decidir
y clasificar), requieren atención y concentración (necesariamente hay que
prestar atención a los detalles -atención selectiva- y mantenida en el tiempo
-atención sostenida-), memoria visual, tolerancia a la frustración (aprendes a
equivocarte, a volver a probar…), motricidad fina (requieren habilidad y
precisión) y razonamiento perceptivo.
Su ejecución implica adoptar estrategias y secuenciar pasos (hay quien
busca las esquinas, hace los bordes, clasifica por colores o tonalidades…).
Además, permite relajarse y supone un reto que, según se va consiguiendo
realizarlo, mejora la percepción de eficacia y logro personal.
* Pictograma de ARASAAC.
* Pictograma de ARASAAC.
No hay comentarios:
Publicar un comentario